«Sé que me esperarás
al otro lado del miedo con tu sonrisa que alumbra la oscuridad más profunda de
una noche de invierno. Lucharé contra viento y marea para ir a buscarte a
tierras lejanas si hace falta. Preguntaré por tus ojos que desbordan cielo,
pedacitos de astros desembocados en el universo. Mojaré mis labios con el rocío
de tus lágrimas para tocar tu eternidad con mis dedos. Derramaré los besos
guardados que tengo para ti sobre un lago de aguas cristalinas hasta
encontrarte, alma mía, para luego llenar tus labios rojizos con la pasión de
tantas noches perdidas..»
La mujer cerró de
forma repentina el libro y se echó a llorar. Estaba sentada en un banco de
madera, perdida en algún sendero del Parque del Retiro. Era otoño y las hojas
de los árboles, caídos ya en los suelos, terminaban su ciclo de vida al
separarse de las ramas desnudas y frías. El paisaje se vestía de las primeras
tonalidades del otoño y la tierra mojada olía a lluvia recién caída. La luz del
sol traspasaba las ramas de los árboles y hacía brillar las pocas hojas que aún
quedaban dispersas en sus ramas. El viento del otoño las removía y ellas
giraban al ritmo de su música.
A unos metros lejos
de ella, un grupo de chavales con sus guitarras, de alrededor de veinte años de
edad, tocaban la canción «Stand by me». La melodía de su música le trajo muchos
recuerdos de una época lejana, en que ella era feliz. En la actualidad, era una
mujer casada con dos hijos, una ama de casa implacable y una amiga excepcional
que daba los mejores consejos del mundo. Su marido siempre llegaba tarde a casa
y ella lo recibía con un plato de comida recién hecha. Sus hijos, apenas
llegaban a casa, después del cole, se encerraban en sus habitaciones o se
ponían a mirar la tele hasta tarde. A ella nadie la escuchaba, nadie la
consolaba. Ni siquiera sus amigas.
Se casó a los
dieciocho años y no justamente por amor. Sus padres la abandonaron desde muy
pequeña y la tuvo que criar una viuda pobre. Cuando ella se hizo mayor de edad,
la viuda la casó con un hombre de treinta años porque con la pensión que
cobraba no llegaba a fin de mes y no podía seguir manteniéndola. Ella no dijo
nada. Solamente bajó la cabeza y obedeció a la mujer que había quedado
despierta tantas noches a su lado cuando ella estaba volando de fiebre.
La mujer, que aún
permanecía sentada en ese banco de madera, empezó a secar las lágrimas que
recorrían por sus mejillas pálidas al recordar al gran amor de su vida. Era un
hombre un poco mayor que ella. Tenía el pelo castaño oscuro y la piel blanca.
Sus ojos tenían la serenidad de una tarde de verano, cuando la luz del día va
muriendo poco a poco. Lo conoció antes de casarse, cuando ya era una
adolescente. Él fue su primer y único amor en la vida.
Tras dos décadas de
casados, ella seguía pensando en aquel hombre que se había apoderado de sus
sentimientos y todo el amor que sentía por él crecía día tras día. Lo veía casi
todos los días ya que eran vecinos. Él también estaba casado y tenía un hijo de
cinco años. Eran amigos, amantes y cómplices en todo. La pasión que sentía el
uno para el otro era desenfrenada pero, afortunadamente para ellos, nadie se
había dado cuenta de su relación extramatrimonial. Después de menos de veinte
años el destino los había vuelto a juntar. Ya habían superado la prueba que les
había puesto la vida y ambos estaban seguros de que ella les estaba dando una
segunda oportunidad.
Algunas hojas rojas
y amarillas, que habían caído del árbol, se posaron sobre sus cabellos pero
ella, quieta, repetía mentalmente la frase que le había escrito el hombre en la
carta: «Te esperaré al otro lado del miedo». Mientras la repetía, miraba el
cielo y sonreía. Por primera vez tenía que hacer algo por el amor de su vida.
Necesitaba valor para ello pero estaba segura de lo que tenía que hacer. Hace
dos meses que su vida no tenía sentido, hace dos meses que estaba muerta por
dentro. «Total, nadie se va a preocupar por mí, nadie me va a echar de menos..»,
decía en voz alta. Se paró y comenzó a caminar con una sonrisa deslumbrante diciendo:
«Pues, allá vamos, al otro lado del miedo..».
FIN.